domingo, 18 de enero de 2009

Caminaste sesenta kilómetros. Fuiste el primero en llegar. Incluso impusiste un nuevo record. ¿A qué crees que debes tu éxito?
¿A tu propio esfuerzo?
¿Tienes idea de cuántas personas desearían hacer el esfuerzo que tú hiciste -acaso más si fuera posible- y no pueden porque padecen algún tipo de impedimento físico? ¡paralisis! ¡deficiencias respiratorias o cardiovasculares! Entre otras, serán cosas de las que alguna vez habrás oido algo... pero que tú no padeces.
De nuevo... ¿A qué dirías que se debe tu éxito?

No menosprecies el valor de tu esfuerzo hasta el punto de que todo lo dejes en manos de Dios, pero tampoco permitas que la soberbia te impida ver la forma en que Dios actúa sobre tu vida... y dale gracias de cuando en cuando.