martes, 1 de mayo de 2012

Y la noche sobre el pensamiento cae cuando éste es incapaz de ir más allá de si mismo; cuando el ser humano cierra sus sentidos a todo lo que no sea su propio bienestar y se obsesiona en dar satisfacción a unas necesidades materiales que no son suyas: le han sido impuestas por otros hombres que, como él, han dejado olvidado, tal vez en el bolsillo de algún pantalón que ya no usan, el verdadero sentido de la vida.

(Sobre las colinas de su egoísmo,
levanta, el hombre, una cruz
y allí, su fe, crucifica
sin entender que ello implica
también, apagar la luz.

Esa luz que nos permite ver un objetivo
en cada instante de existencia.
Sin motivo, sin creencia
sin destino definido
sin un sueño en que soñar
perdemos la perspectiva.
En un círculo sin fin
se nos convierte el camino
y en un continuo dar vueltas
desperdiciamos la vida)

Pero
¡La vida es un camino!
¡Vivir es un motivo!
Una meta que se renueva cada vez que sale el sol.

Somos transportistas al servicio de Dios y la vida es, tan sólo, un vehículo que Él nos presta para que transportemos su mensaje por esta tierra.

Y su mensaje es algo más que palabras. Es alegría, es ilusión, es esperanza. Es consuelo para el que sufre y luz para el que anda en tinieblas. Y se expresa, también, con algo más que palabras. Se expresa en un gesto amable; en una simple caricia; en una tierna mirada; en una dulce sonrisa.

Demos un chance a la gente que con nosotros convive, que a nuestro lado se mueve, que con nosotros camina y con nosotros tropieza mientras transcurre, callado, el tiempo de cada día.

(...)

(abril, 1997)

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